sábado, 30 de enero de 2010

Un hecho real

Rescatando un hecho real que me sucedió hace un par de años.

Hola, soy el de siempre y quería contaros que ayer me fui a la playa con mi mujer, mi hermana, mi cuñada y mi sobrinita. Concretamente al sur de Gran Canaria, a Arguineguin, la playa se llama Anfi del Mar.
Llegamos como siempre muy contentos, enseguida montamos las sombrillas y pusimos las toallas y a disfrutar…Estábamos pasando un buen día de playa; nadábamos, tomábamos el sol, jugábamos, en especial yo con mi sobrina. Hasta que llegó la hora de comer, ¡ojalá nunca hubiésemos comido aquella tarde!, imaginaos después de comer las chicas se tumbaron al sol y yo me tumbé debajo de las sombrillas con mi librito para leer y pasar un buen rato.

La playa estaba a rebosar de gente ya que, en la otra playa; “Las burras” donde solemos ir, hacía viento y era imposible estar allí, así que después de ver el panorama nosotros y muchísimas de las personas que solemos ir a esa playa nos vinimos a Anfi del Mar.
Estábamos algo apretujados en Anfi, pero era un día estupendo y como os decía todo iba muy bien, y después de comer me dispuse a leer aquel libro bajo la sombrilla. Estaba tan contento leyendo pero al poco tiempo ya me empezó a entrar sueño, acabé como pude el capítulo y me dispuse a dormir echándome por delante de la carita mi camiseta para que no me molestara la luz del sol.

Estaba muy relajado, así que me costó poco y me supo mucho la sobada que me estaba echando. Pero de repente y en lo mejor del sueñito me doy cuenta que estaba roncando, era un poquito preocupante aunque acumulé fuerzas y seguí retozando plácidamente como un lechoncito hasta que mi mujer me llama por mi nombre y casi gritando;

-¡Rafa, que tienes un corrillo de gente viéndote roncar!

Según mi mujer y los comentarios de toda mi familia, la gente se descojonaba de mí viéndome y oyéndome roncar, yo ajeno a todo aquella patraña y ellas pasando vergüenza porque la gente sabían que veníamos juntos. Total que me puse de muy mala leche y le dije a mi mujer con malos modales:

-¡Ni en mi casa ni en la playa puedo roncar a gusto!

Así que me vuelvo a echar la camiseta por la cara y me doy la vuelta sobre mi costado derecho y en posición fetal me coloco de espalda a cuatro chicas que estaban tumbadas tomando el sol casi debajo de mi sombrilla. Otra vez me quedo dormido y me doy cuenta de que de nuevo empiezo a roncar, pero me da igual y sigo durmiendo hasta que…”me despiertan mis propios pedos”.
Sí amiguitos, roncaba fuerte, pero los pedos tenían que ser más fuertes para despertarme. ¡Que vergüenza pasé!, no me atrevía a quitarme la camiseta de la cara, así dejé pasar el tiempo y me quedé dormido otra vez y vuelta a empezar…”roncar y cagarme, roncar y cagarme”.

Ya bien entrada la tarde, me despierta mi cuñada para irnos para Arucas, pero las chicas que estaban tumbadas detrás de mí seguían allí. ¡Joder, no podía mirarlas a la cara, estaban sentadas mirando hacia mí. Si en aquel momento hubiese podido hacer un túnel bajo la arena para salir de allí, lo hubiese hecho sin titubeos!
Recogimos todo rapidito, sobre todo porque yo tenía una vergüenza de la ostia, mi familia también, claro. Cuando pasé al lado de las chicas no hubo ni risas ni comentarios, pero yo podía leer sus pensamientos…
Me di prisa en llegar a mi coche para que nadie me reconociera, parecía que todo el mundo me miraba y se sonreía, hasta parecía que se comunicaban entre ellos con gestos;

-Míralo, hay va el cagón este.

Salí con el coche del aparcamiento cagando leches, vi mucho rato detrás mío por la autopista un coche de policía, creo que habían avisado a la guardia civil para que me controlase y se asegurasen de que me iba.
Llegamos a casa no sin antes tener que aguantar el cachondeo de mi familia todo el camino, cuarenta y cinco minutos de burlas y cuentos con mi persona como actor principal, y mis ronquidos y pedos como efectos especiales.

Total, que cuando llegué ya de noche a mi casa me di una ducha y me metí en la cama con mi mujer y queriendo salir de dudas le hice la fatídica pregunta:
-Gloria, por favor, ¿aquello fue como me habéis dicho?
Y ella contesta:

-¡Si Rafa, te pasaste más de dos horas roncando y tirándote pedos, la gente se reía y eras el bufón de la playa!

Y pensé; ¡tierra, trágame!, allí mismo y sentado en mi cama, me puse las manos delante de la cara tapándomela, me daba mucha vergüenza a pesar de no estar en aquella playa en ese momento.

Bueno, después de esta experiencia verídica, he estado mirando lo de la cirugía plástica, pero no para la cara, si no para el culo, a ver si me ponen un hilo musical activado por viento en el agujerito del ano y así cuando salga un pedete sonará bien, y en cuanto al mal olor, me voy a poner un difusor de aromas agradable entre las nalgas, de esos que casa cierto tiempo sueltan un chorro, y me cuelgo una batería de coche al cuello pa alimentarlo de corriente.

PD: La playa sigue contaminada, estuvo unos días cerrada al público y prohibían bañarse, estuvieron unos tipos por la arena con detectores y unos trajes como plantificados herméticos con bombonas de oxígenos a la espalda recorriendo todo aquel lugar.

Satori

viernes, 29 de enero de 2010

El guardian entre el centeno.

...Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empizan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. vigilarlo. Yo sería el guardían entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.
El guardián entre el centeno. J.D.Salinder.








  Este es mi pequeño homenaje a Salinder, el escritor que fue derrotado por su propio éxito. Para mí una de las mejores novelas que he leído, corta y ágil de lectura (como debe ser) y que deja un sabor agrio como de derrota. Que te remueve la conciencia y te hace pensar, que habla del fracaso que te tiene preparado el destino al final del camino. ¿Quié no se ha sentido alguna vez Holden Caulfield? Si aún no han leído esta novela, yo les recomiendo que lo hagan. Les gustará.

El Guardián entre el centeno


"Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco. A D.B. tampoco le he contado más, y eso que es mi hermano. Vive en Hollywood. Como no está muy lejos de este antro, suele venir a verme casi todos los fines de semana. El será quien me lleve a casa cuando salga de de aquí, quizá el mes próximo. Acaba de comprarse un Jaguar, uno de esos cacharros ingleses que se ponen en las doscientas millas por hora como si nada. Cerca de cuatro mil dólares le ha costado. Ahora está forrado el tío. Por si no saben quién es, les diré que ha escrito El pececillo secreto, que es un libro de cuentos fenomenal. El mejor de todos es el que se llama igual que el libro. Trata de un niño que tiene un pez y no se lo deja ver a nadie porque se lo ha comprado con su dinero. Es una historia estupenda. Ahora D.B. está en Hollywood prostituyéndose. Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren."

Así empieza una de las novelas más famosas de la historia, y una de las mejores obras norteamericanas.
Ayer, en New Hampshire, murió el escritor J. D. Salinger, uno de los personajes más misteriosos y esquivos del mundo literario. Murió a los 91 años, con apenas cuatro obras editadas. Una de ellas, “El Guardián entre el centeno”, convirtió a Jerome David Salinger en una celebridad mundial, y a su personaje, Holden Caufield, en el paradigma de una generación inconformista, rebelde y desubicada nacida en los años 50 en plena guerra fría. La novela sigue vendiéndose reedición tras reedición, y es que la juventud sigue siendo, aún con el cambio de siglo, una travesía inhóspita. Salinger se apartó del mundo ese mismo año, en 1951 y allí murió. Tratada durante muchos años como novela maldita por su lenguaje y acompañada por el estigma de asesinos como Mark Chapman- lector de obcecado de Salinger, y que se dice leía este libro cuando disparó a quemarropa a John Lennon-, sigue viva hoy en día; releída de cuando en cuando, como en mi caso, y descubierta por las nuevas generaciones.

Mi agradecido recuerdo, Mr. Salinger.

Bibliografía


- El guardián entre el centeno (1951)
- Nueve historias (1953)
- Franny and Zooey (1961)
- Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción
- Hapworth 16, 1924, editada en las páginas de The New Cork Time

jueves, 28 de enero de 2010

El Bazar de los Sueños

3º parte


Cuando aún en la pared del bazar se percibía el olor de la tinta humedecida por las teorías iluminadas de nuestro filósofo, un rugido ensordecedor pero de marca registrada retumbaba en la calle Gourié, a unas horas donde el sol casi rozaba la montaña de Arucas. Espantado el silencio como la inspiración del poeta, una Harley Davidson de color negro como la noche, con una pegatina declarando "Generation Beat" en su lomo, se dejaba admirar en una de las puertas del bazar de los sueños. Un chico vestido con chupa de cuero, pantalones oscuros, bufanda y unas Converse "All Stars" blancas, se apeó del asiento, se quitó los guantes, el casco, se repeinó en el acero brillante de la moto (aquel donde un amigo fotógrafo nuestro ganó un premio no hará mucho) se mesó la barba, se colocó bien las gafas de pasta negra, y entró en el bazar con una sonrisa risueña y unas cervezas “Guiness” en la mano; para seguidamente, saludarnos en medio de un ambiente callejero de rockeros, poetas, libre pensadores y amantes del jazz. Con una voz alzada y un amplio vocabulario, recién llegado desde San Francisco, e influído por el gran poeta y precursor del movimiento Beat, Allan Ginsberg, declaró abiertamente, y con la voz de Bob Dylan como fondo en el parquecillo:

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna…

Bajo esta entrada tan realista y revolucionaria, era para nosotros un lujo tener a uno de los protagonistas de "On the Road" de su amigo Jack Kerouac. Venía con el depósito lleno de drogas y libertad sexual, y con el sonido improvisado del jazz saliendo de su motor V-Team. Parece ser que, entre él y unos amigos, habían dejado la huella de sus motos en un movimiento literario llamado "Generation Beat" y el cual iba extendiendo por todo el mundo, con consignas en contra del racismo o la guerra de Vietnam.

Luego, cuando ya todos empezábamos a sentirnos más sensibilizados con el movimiento, extrajo de su chupa grandes dosis de buenas recomendaciones, inyectándonos con grandes sugerencias sobre escritores que ni conocíamos y sobre títulos que ni imaginábamos.
Alucinados y agradecidos, empezamos a sentir por nuestras venas la sensación de nuevas aventuras para disfrutar, en lo que era, sin dudas, el mejor regalo que se puede dar a un amigo.

Poco después, se ofreció gentilmente al comentarnos que, en su Harley, cargaba en sus baúles más de quinientas joyas literarias a nuestro servicio. Y no sólo eso. Entre sus papeles desordenados, había plantaciones de su propia cosecha. Al leerlas, en sus viajes descubrimos que había construídos con palabras hoteles de lujo, y que en la carretera, esquivaba obstáculos de puntos y comas de una manera magistral, y que en curvas y rectas, componía sus historias de amor, tabaco, sexo y... cosas sencillas que escondían los más grandes sentimientos.

Hipnóticos y fascinados, lo vimos encendiendo un cigarro, al momento en que, por la puerta un hombre con rostro contraído por la droga y los delirios, y que dijo llamarse Johnny Carter, entraba junto a su amigo Julio Cortázar, cuyo clarinete tocaba las letras más perfectas y preciosas en forma de relatos insuperables, y con cuya banda, nos ofertaba un concierto "in situ" para el bazar de los sueños.

Luego, empezó a fumar al séptimo arte. Nos asfixió de grandes críticas cinéfilas, al tiempo en que el humo formaba una gigantesca pantalla de cine al fondo del bazar y nos disponíamos a una sesión única con él como director, rodando una nueva película, y detallándonos todos los pormenores que al resto se nos escapaba. Cuando dispuesto se sentó en uno de sofás reclamados por otros hedonistas y que nunca llegaron, le dijimos que se levantase rápidamente, porque habíamos invitado a un físico maníaco y perfeccionista, que era Sheldon Cooper, y que era su asiento preferido y podría enfadarse porque un lugar perfectamente ordenado con respecto a la luz de la puerta y a la posición y a los grados de la pantalla de cine en la pared del fondo del bazar. Así que enfadado, se echó cual largo era a lo Hank Moody, en otro nuevo capítulo de Arucafornication.

Al levantarnos, lo vimos enfundado en sus guantes de boxeo, y nos sentimos amenazados. Cada golpe lanzado al aire recreaban flashes que nos trasladaban, en primera fila, a uno de los combates de boxeo más memorables que se recuerden: Mohamed ali versus Frasier, y que tuvo lugar en el parquecillo frente al bazar; donde escuchamos los insultos de Ali, nos mareamos ante su juego de pies, nos golpeaba en el rostro, y nos dejaba el morro hinchado de moretones.

Por último, me invitó a dar una vuelta con su motocicleta. Al preguntarle donde íbamos, me dijo: directos a la inspiración.
Paseábamos por nuevos paisajes empapelados de letras de oro y Nobel de Literatura. Fuimos hasta Macondo, donde me dio a conocer a los Buendía, y cuyo patriarca, García Márquez, nos transportaba por sus mágicas curvas de lo cotidiano y su narración divina; para luego recorrer las grandes y rectilíneas frases de los narradores inimitables, como Paul Auster, Haruki Murakami y Ángela Becerra. Nos rodeábamos del Realismo Mágico que acariciaba nuestros rostros con una brisa que inspiraba nuestras imaginaciones más fantásticas.

Cuando bajé de su motocicleta, no tuve palabras para agradecerle la mayor de las gracias para hacer que, este relato y otros de mi cosecha, pudiesen conseguir, o por lo menos intentarlo, esa brisa fresca de hipérboles, magia y fantasía.
Cuando entramos de nuevo al bazar, el Anfitrión y el Filósofo estaban disfrutando de una película, la cual, por supuesto, no nos perdimos por nada del mundo. Se titulaba:
"El Bazar de los Sueños".

Y por ser el caudillo que impone la buena lectura, y presidir el país de los libros, capitanear el barco de las recomendaciones, conducir por las carreteras del séptimo arte, y por su ayuda desinteresada en mis escritos, es y siempre será:

"El Director"

Y cuando aún disfrutábamos de otra sesión de cine, un resoplido mezclado con el sonido de unos cascos en el adoquinado, nos levantó de nuestro ensimismamiento. Un hombre de honor y gloria, se unía a nuestra fiesta.

miércoles, 27 de enero de 2010

Corto "Reacción"

Anoche, en el progrma de La 2 "Versión Española" emitieron este corto del director David Victori: Reacción, con Santi Millán en el papel de un hombre que ve como maltratan a una mujer dentro de un coche, entonces, decide seguir al coche...

Es un corto que incomoda e inquieta. Muy directo y que mantiene el suspense hasta el último segundo de forma magistral.



!Que lo disfruten! ...aunque no sé si estas son las palabras adecuadas.

martes, 26 de enero de 2010

La mía...

Como dije ayer, comentando el artículo de Claudio en el que nos enseñaba sus atestadas estanterías, mi colección no es muy grande pero sí tiene muchos de los títulos que me han interesado y que han conseguido, año tras año, un aumento considerable de dioptrías. Creo que empecé a coleccionar y hacinar libros así como a los 15 o 16 años, cuando tuve mi propio espacio en casa de mis padres (durante muchos años dormí junto a mi hermano). Compré mi primera estantería en Muebles el Mirón y en poco tiempo los estantes cedieron. Siempre he tenido el vicio de comprar libros de segunda mano. Al principio los compraba en el Rastro de Santa Catalina cerca del Castillo de La Luz, a diez y veinte duros los de tapa dura. Distintos préstamos sin devolución y el continuo ajetreo de las mudanzas ( nueve casas en ocho años) acabaron con muchos de ellos olvidados, perdidos y unos treinta o cuarenta que con todo el dolor del mundo terminaron en la basura una lluviosa tarde de octubre – pasaron dos años empaquetados en el garaje de una amigo y la humedad hizo estragos-. Otra cosa que me apasiona es llenar las estanterías con fetiches, fotos, recuerdos de viajes, figuras de colección… media vida (de los 16 años a los 33) amontonándolo todo sin orden ni concierto. en casa de mis padres quedó una pequeña colección de juventud que heredó mi hermano y que miro con cariño siempre que los visito. Últimamente compro pocos libros. Los préstamos e intercambios han conseguido que en mi pequeño piso no se sobrepasa el límite recomendado por las autoridades del feng shui. Y mi alergia al polvo me lo ha agradecido (casi) desapareciendo.

Sigue pendiente conseguir visitar la casa de ese conocido de Ángel (cómo se llamaba… sí, éste…) que atesora – no eran 7 mil, Claudio- unos 14 mil libros (¿en el siguiente escrito serán 21 mil?). Me imagino entrando en esa casa con el mismo asombro y parsimonioso paso de Daniel Sempere atravesando el Cementerio de los Libros Olvidados









lunes, 25 de enero de 2010

El Bazar de los Sueños

2º parte

"Pienso, luego existo".

Mientras empezábamos a sentir el espantoso vacío por la ausencia de nuestros amigos en la última noche, una voz embaucadora y sosegada convertía los alrededores del bazar en una gran plaza de erudición y canto a la naturaleza. Nuestro erudito, un hombre alto y grácil, ataviado con una toga inmaculada, un reloj bolsillo dorado y todo un mundo de sabiduría tras sus finas gafas, nos observaba atentamente al adentrarse en el bazar; mientras afuera, en la barandilla del parquecillo, un hombre de barba blanca y poblada que decía llamarse Sócrates, impartía, gracias a las agudezas de sus razonamientos y su facilidad de palabra, grandes conocimientos a todos los aruquenses que quisiesen preguntarse: ¿Quién soy?

Sereno y de mirada reflexiva, aunque ansioso por compartir sus conocimientos con el resto de hedonistas, se situó junto a nosotros, y nos manifestó, con aire nostálgico y después de una ausencia añorada:

-Siento de nuevo la verdad fluyendo por estos suelos y estas paredes. El tiempo y el espacio aquí no existen. Creo que en este lugar, amigos hedonistas, he hallado la puerta hacia la eternidad del saber y el motivo a nuestra existencia.-

Su cautivadora voz era una alfombra mágica que nos transportó al pasado, hasta los cielos de la Antigua Grecia. Nos guió por la Academia de Atenas, fundada por Platón. Nos sentamos a escucharlo a la sombra del olivar sagrado, para luego, conocer a su maestro, Epicuro, que nos aconsejó un mayor estudio de la naturaleza y una pérdida del temor a la muerte y a la ira divina, en la escuela que él mismo había fundado, y que se llamaba "Jardín".
Impresionados por la profundidad de sus meditaciones, nuestro sabio amigo, que en sus manos cargaba unas tijeras mágicas afiladas de sabiduría y estudio, cercenó nuestra corteza cerebral para enseñarnos los grandes secretos del cerebro, el pensamiento y la filosofía de la mente.
Mientras tanto, Sócrates, acompañado por su "ironía socrática" y consciente tanto de la ignorancia de los demás como la suya propia, razonaba con la gente de Arucas, haciéndoles ver el conocimiento real que tenían sobre las cosas, mientras, nuestro propio estudioso, escribía en las paredes del bazar las teorías sobre los placeres del cuerpo y del alma.
Y lejos llegaron las teorías de nuestro amigo porque, inesperadamente y sin aviso, el parquecillo comenzó a colmarse de muchos de sus ilustres amigos que, prestos y decididos, se mostraron ante un pintor llamado Rafael, en una peregrinación sin precedentes. Por fin, habían encontrado un lugar donde expresar sus ideas sin la terrible amenaza de los que imponían y mataban en nombre de Dios.

Salió presuroso, prometiendo volver. Luego lo vimos sentado en un escalón del parquecillo, justo debajo de Platón y Aristóteles, mirando al pintor, el cual inmortalizaba con Arucas como testigo y en uno de sus muros, a todos los filósofos, matemáticos y científicos más importantes de la antigüedad, en un fresco llamado "La Escuela de Atenas".



Al volver, un cambio repentino convirtió su sedoso rostro en un surco de nervios y preocupaciones. Al final, nos confesó:

-el ayuntamiento y D. Santiago me persiguen.-

En susurros nos reveló que la Inquisición había quemado a muchos de sus ilustres colegas y el ayuntamiento saqueado sus bolsillos como un vulgar ladrón callejero. Sintiendo casi el ardor de la hoguera y la ruina económica por parte del consistorio aruquense, valientes y decididos le aseguramos que el bazar está hormigoneado de libros, justicia y humildad, y que quién tuviese la gallardía de entrar en nuestro lugar sagrado, podría peligrar lo que ellos tan convencidos inculcaban, por la demostración de que en los escritos filosóficos se hallaban las claves de la única verdad. Y así quedó entre nosotros, esperando que esta vez fuese para siempre, y todo, porque su ausencia se hacía notar demasiado. Porque es y será siempre para nosotros:

"El Filósofo"

Y cuando nos preguntábamos porqué somos como somos, en las calles oscuras de Arucas se empezó a escuchar un rugido que hizo temblar el suelo empedrado de la calle, e hizo detenerse en su inspiración a nuestro ilustre poeta. Otro de los nuestros, acudía a su obligada cita.

El Rincón del Cinéfago


"El secreto de sus ojos" Argentina/España
Director: Juan j. Campanella
Dice Juan José Campanella, que gana mucho más dinero con un capítulo de “House” (ha dirigido tres) que con cualquiera de sus películas. Después de haber visto sus anteriores tres películas: “Luna de Avellaneda”, “El mismo amor, la misma lluvia” y “El hijo de la novia”, le rogaría que no dejara nunca de hacer cine; ni de adaptar magistralmente novelas como la que lleva a imágenes: “La pregunta de sus ojos” de Eduardo Sacheri
Campanella pone por tercera vez a Ricardo Darín (un actor magnífico y al que el cine argentino le debe mucho estos últimos años) como protagonista de una historia que se mueve entre el nacimiento de un romance, un crimen horrible y un enamorado eterno.
El sábado por la noche fui al cine a ver el musical “Nine”. Salí de la sala con buen sabor de boca -a pesar de no estar a la altura del anterior musical de Rob Marshall, “Chicago”, ni se merezca aparecer en este Rincón ;-)-, algo cachondo después de ver a Penélope Cruz moviendo el trasero y enseñando piernazas, y muerto de hambre. Mientras picaba algo en el salón de casa así como a las 2 y media de la mañana, me puse a ver “El secreto de sus ojos”. Pensé que Morfeo me visitaría a mitad de peli y que terminaría de verla el domingo (qué imbécil; me la tragué enterita con los ojos como un cherne). Había leído buenas críticas de ella, su premio en San Sebastián, sus nominaciones a los Goya… y es que es una obra maestra. Este término se suele usar muy alegremente muchas veces, pero aquí está plenamente justificado. La historia mezcla perfectamente el pasado con el presente. Camina de puntillas por la ternura, el horror, la muerte, el amor, la crítica a la Argentina de la impunidad de los años 70, y deja al espectador boquiabierto con un final desconcertante.
Contar algo sobre la trama es destriparla: sólo adelantar que Ricardo Darín, secretario de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires, se topa con un crimen que marcará el resto de su vida.
Destacar -aparte del gran papel como abogada de Soledad Villamil, una mujer que es todo ojos hermosos- la larga secuencia rodada con cámara al hombro de la persecución por las tripas de un estadio de fútbol. Como dice Sandoval, el Sancho Panza que acompaña al secretario Espósito (R. Darín): “Un hombre puede cambiar de ciudad, de coche, de trabajo, de mujer…pero nunca cambiará la pasión por su equipo de fútbol”. Ojalá Campanella no cambie su estupendo cine por los dineros que gana en la televisión norteamericana.
R.M.V.

Lugar de encuentro


Recuerd
o cuando llegué a de Arucas el verano de 2004 ,la ciudad esguía todavía enfrascada en su agujero negro en el centro del casco

capitalino y las infinitas deficiencias por todos los barrios como la mayoría de los ayuntamiento, que ahora echan la culpa a la crisis cuando se les tacha de incompetentes.

Llegar a la ciudad que te vio crecer e intentar recuperar tus antaño lazos de amistad es muy difícil. Estuve yendo de aquí para allá buscando por donde navegar mis neuronas y sentarme con los amigos. Poco a poco volví a contactar con las glorias del pasado, no todas pero si lo suficiente para hacer llevadero mi nueva estancia.

Intenté reunirme con unos antiguos amigos para divertirnos en un local cantando como en nuestra adolescencia, pero los años había llevado el cauce de nuestras vidas por terrenos muy alejados.

Hablé con diferentes autoridades para conseguir un pequeño local para intentar reunir a gente alrededor de la literatura y otras artes. Pero los huecos para la cultura son estrechos, alienados y no encontraba padrino.

Paseando por las calles encontré el calor en el bazar de un amigo donde comencé a reunirme. Allí se parió una página que ahora corretea por las calles de Arucas, eso sí, yo me bajé con la locomotora en marcha ... Unos meses después debido a la crisis el pequeño local cerró sus puertas.

Deambulando entre la biblioteca, la tienda de Pepe el árabe, la librería Doramas, la Floristería y otras esquinas me tropecé con el amigo Ángel y su biblioteca personal. A partir de ahí comencé a entrar en aquel pequeño espacio pero gran rincón de cultura. Poco a poco fui conociendo a nuevos personajes que se convertirían en entrañables amigos. De nuestras infinitas tertulias comenzó a brotar la idea de crear una página web. Pero como la idea se eternizaba se llegó a la creación de un blogs.

El 25 de agosto de 2009 tomé rumbo hacia otra isla, y aquellas reuniones quedaron grabadas en corteza cerebral…La crisis de este ogro capitalista también ha bajado las puertas de aquel espacio cultural.

Sin mirar atrás, sin nostalgias, ahora debemos llevar nuestras palabras, nuestras conversaciones, nuestras ideas, creatividad a este espacio en la red creado por el grupo.

domingo, 24 de enero de 2010

Los siete mil libros...

 El otro día, en la reunión de Hedonistas, entre otros temas de conversación, salió uno que me llamó profundamente la atención. Un conocido de Angel, dice tener una amplia bibliteca con más de siete mil ejemplares en las estanterías. Un oooh de admiración y devoción recorrió la mesa del bar, por encima de cervezas y chipirones. Todos hicimos recuento mental de los libros que tenemos en casa, y a ninguno nos llegaba la cifra astronómica de este librófilo. Habría que contar los que tiene la Casa de la Cultura, porque yo creo que ahí andan, libro más, libro menos. Entre todos los asistentes, el que ganaba por poco era yo. Pero hay que recordar que yo vengo atesorando libros desde los ocho años. Y ya tengo casi....un montón de años. El último recuento que hice, tiempo ha, fue de unos mil libros. Bastante alejado de los siete mil, que podemos casi considerar de guinness. Nuestra admiración no tiene límites para con este coleccionista. Nos planteamos la situación, de si querría prestarnos algunos de sus libros, poder acceder a esa biblioteca para pasar nuestros envidiosos ojos por las tapas de los libros. Los imaginamos perfectamente ordenados tras unas estanterías con puertas de cristal. Pero alguien los imaginó amontonados por todos los rincones de la casa, sin orden ni concierto, apilados de cualquier manera, cogiendo polvo. Me vino a la memoria la librería Lisema, de libros de segunda mano en Las Palmas. Todos esos libros amontonados en precario equilibrio que parecen gritar desesperados porque alguien los saque de allí y los integre en una buena librería. En este último caso, sería un problema caminar por la casa, esquivando montones de libros por todos lados. Con los muebles arrimados contra la pared, mesas bloqueando el camino, sillas cubiertas de tomos de incunables, una especie de laberinto del librotauro. Y nosotros deshilando las hebras que Ariadne nos arrojó antes de entrar en la Cueva del Librero.

  Fantasías aparte, me gustaría visitar esa casa y ver con mis propios ojos ese buen monton de libros, porque siete mil libros son muchos libros. No se si los habrá leido todos, pero en cualquier caso, igual no se da cuenta si nos llevamos un par de libros camuflados en el interior de nuestras chaquetas.

  Aqui van unas fotos de mi biblioteca. Si hay unos mil libros, siete mil deberían cubrir una extensión más o menos equivalente a cinco o seis habitaciones como esta, dependiendo del nivel de amontonamiento que se tenga. Al final he conseguido que me dejen montar una estantería en el salón, así que ya tengo terreno por donde expandirme.